Transcripción |
Elogio de la
nostalgia
Entre el blues y la electrónica, los DM
vuelven con un disco en el que ya no buscan
dar con un hit, sino afianzar su identidad.
La melancolía como geografía sonora.
Son días agitados para DM. El disco número
trece de estos veteranos ingleses. Delta
Machine, ha sido recibido por la prensa
especializada con calidez, pero no es seguro
que este nuevo repertorio, escuro y
ciertamente alejado de la pista de baile,
sea el ideal para vender millones de copias.
Y, para colmo, Dave Gahan, el idolatrado
cantante del grupo, debe cuidar su salud más
que nunca. Después de recuperarse de largas
adicciones, Gahan declaró en 2009, cuando
estaba en pena gira mundial de presentación
del álbum Sounds Of The Universe, le
detectaron cáncer de vejiga que aún hoy
obliga a someterse a controles periódicos.
Ahí, en los problemas que suele acarrear la
madurez -no todo es acercamiento a la
sabiduría, amigos- incluidos algunos de
convivincia con Martin Gore -la otra figura
fuerte de DM-, parece estar la clave del
tono sombrío de este nuevo disco.
"Hicimos una carrera gracias a la
melancolía", le dijo Gore a la prensa. Y qué
género más apropiado para reflejar ese
estado de ánimo que el blues, un terreno
conocido por DM, sobre todo desde la
explosión del hit "Personal Jesus".
"Fue muy importante volver a trabajar con
Flood (Gore habla del legendario productor
Mark Ellis). Con él pudimos conseguir el
sonido que queríamos, a medio camino entre
blues y la electrónica. Usamos muchas
máquinas para producir lo que hacemos, pero
también elementos que llamaría orgánicos. Y
ya no buscamos la tecnología más
vanguardista. Hoy preferimos mantener un
sonido que nos identifica". Ese sonido es el
que los argentinos que estuvimos en los
conciertos de 1994 y 2009 conocemos:
guitarras procesadas, maquinas de ritmos,
tramas de glitches y sintetizadores bien
amalgamados para provocar esa sensación
ominosa que DM siempre inspira.
El primer corte del disco es "Heaven" una
balada de estructura convencional, con
estribillo bastante pegadizo, que de primera
no genera mucha empatía. Pero con la suma de
escuchas, empieza a exudar aroma a futuro
clásico. Los comentarios de algunos fans en
las redes sociales no fueron del todo
piadosos, muchos opinan que esta torch
ballad de acorde retro no tenía el punch
suficiente como para equiparar a los grandes
éxitos de la banda. El video de la canción
rememora la época en la que los DM eran los
auténticos héroes de la subcultura gótica.
Y, curiosamente, Gore atribuye la tibia
recepción del single a esa nostalgia: "No es
un tema tan oscuro como los que hacíamos
entonces. Pero hay que entender que era otra
etapa de nuestras vidas y del mundo. ¡Ni
siquiera había caído el muro de Berlín! En
esa época, todos nuestros seguidores fans
vestían de negro. Cuando nos rodeaban, daba
la impresión de que el sol desaparecía".
La tapa del nuevo disco es una ilustración
que representa una especie de paisaje
posindustrial y simboliza de alguna manera
el espíritu de un disco que, a pesar de la
reticencia de sus hacedores a admitirlo del
todo, está cargado de nostalgia: es sabido
que Gahan vivió en el Berlín de los 80 que
Bowie dice añorar tanto en su nuevo álbum,
The Next Day, y hace poco declaró que aún no
ha aparecido un lugar en Europa que tenga la
efervescencia cultural de la capital alemana
de aquellos días. Esa angustia que destilan
las canciones de DM, a veces de manera
explícita otras solapada, debería conectar
perfectamente con el zeitgeist actual, el de
una Europa plagada de indignados que ha
contagiado ese malestar a un mundo que, como
nunca, descree inocentemente de la política.
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