Transcripción |
Canciones de deseo y
redención
Depeche Mode editó Sounds of the Universe, que
presentará en Buenos Aires el próximo 17 de octubre
En la intro, sonidos maquinales y atonales van
encontrando su unísono a lo largo de un minuto; tras una
hora, treinta segundos de cuerdas sintetizadas cierran
el ciclo. Entre medio, las trece canciones con las que
Depeche Mode vuelve al ruedo y que le sirven, de paso,
para reclamar sus fueros. Es que en estos tiempos en los
que tantos grupos casi recién llegados rescatan y
reciclan el sonido de los años ochenta, la banda
británica que ahora es trío (Dave Ganan, Martin Gore,
Andy Fletcher) sale a defender su lugar y a recordar que
está entre los fundadores del tan europeo electro pop. Y
que siempre se
ubicó del lado oscuro de esa fuerza musical en la que
reinaba el sintetizador pero que no perdía su
sensualidad apta para las pistas.
Allí está la voz profunda y reconocible que ahora
encuentra más matices (y hasta falsettos); las guitarras
que nunca son épicas y los sintetizadores con la marca
de los años ochenta. Mucha marca de los ochenta, más
incluso que en su álbum anterior. Es que Gore ha estado
comprando vía Internet toda una colección de "chiches"
vintage: maquinitas de ritmos y sintetizadores de cuando
estos nuevos instrumentos daban sus primeros pasos.
Con ellos, llegaron al estudio que va no es la tierra de
batallas y juegos de poder que solía ser. Nuevamente el
cantante ha tenido su espacio para componer, un lugar
que se ganó tras su debut solista de 2003. Las doce
canciones (hay que excluir "Spa-cewalker", suerte de
ambient venido a menos) giran alrededor de los temas y
los sonidos de siempre. Letras sombrías cantadas con la
voz de barítono de Ganan ("nací con la marca equivocada,
en la casa equivocada", canta en "Wrong"; "camino en la
fina línea entre el amor y el odio", confiesa en "Come
Back"; y busca redención en el espiritual "Peace", un
gospel, pero de puros sonidos blancos y europeos)
acompañados por sonidos que quieren ser livianos,
danzables. La misma tensión que se ve en el escenario
entre un Gore de plumitas y volados y la pose recia de
Gahan, el hombre que volvió de la muerte a mediados de
los 90. Esa es el sino de Depeche: navegar las aguas
turbias del deseo conviviendo con culpas y pecados.
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